La Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó este 10 de junio el recurso de Cristina Fernández de Kirchner en la causa conocida como “Vialidad”, confirmando en los hechos la condena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Este fallo cierra judicialmente —aunque no políticamente— el camino hacia una revisión de fondo. ¿Es el final de una etapa? ¿O apenas el capítulo más ruidoso de una historia que desborda lo jurídico?
La Corte fue tajante: el recurso extraordinario no cumplía con los requisitos formales de fundamentación autónoma, no refutó de manera precisa los argumentos de las instancias inferiores, y los agravios esgrimidos —violación del principio acusatorio, imparcialidad, prueba denegada, cosa juzgada, entre otros— carecían de entidad suficiente o eran meras conjeturas sin respaldo probatorio.
Desde el punto de vista técnico, el fallo es jurídicamente robusto, meticuloso en la forma y coherente con la doctrina tradicional del tribunal: quien no argumenta con precisión, no accede a la instancia extraordinaria. Ahora bien, ¿eso basta para responder a la dimensión política y simbólica del caso?
⚖️ Una Justicia que actúa, pero no convencer
La Corte afirma que no hubo vulneración de garantías. Que el debido proceso fue respetado. Que la sentencia del TOF N°2 y su confirmación por Casación se apoyan en prueba abundante y que el recurso presentado no alcanzó el umbral mínimo para ser tratado.
Pero lo cierto es que no estamos frente a una causa cualquiera: se juzga aquí a una expresidenta y actual figura central del sistema político argentino.Y en ese contexto, la legitimidad de la sentencia no depende solo de su solidez técnica, sino de la percepción pública de imparcialidad y transparencia.
La Corte responde con frialdad procesal a un problema que hace tiempo dejó de ser solo jurídico. Las sospechas sobre reuniones entre jueces y funcionarios del Ejecutivo, las declaraciones del propio Lorenzetti anticipando el fallo antes de las elecciones, y la estrategia política de CFK de presentarse como perseguida, crean un cóctel que no se disipa con una desestimación formal.
🧠 Claves para el debate
1. ¿El “lawfare” fue derrotado o ratificado?
El kirchnerismo denuncia una persecución judicial. La oposición celebra la “condena a la corrupción”. ¿Pero quién juzga a los jueces? ¿Alcanza con la legalidad sin legitimidad?
2. ¿Qué significa “fundamentación autónoma”?
Técnicamente, CFK no explicó con claridad por qué los fallos previos estaban mal, ni citó fallos federales con peso. ¿Fue un error estratégico o parte de una construcción política de victimización?
3. El antecedente “Llerena” y los Principios de Bangalore
La defensa intentó equiparar el caso con aquel en que se apartó a una jueza por temor objetivo de parcialidad. La Corte lo desestima por no haber prueba concreta. Pero la duda persiste: ¿qué tan imparcial puede ser un juez que opina en los medios antes de fallar?
4. ¿Cristina fuera del 2025?
El fallo consolida la inhabilitación, al menos mientras no haya una eventual intervención internacional o reforma política. ¿Es este el final político de CFK o su relanzamiento como víctima?
5. ¿La Corte se jugó demasiado?
En un país donde el Poder Judicial está en entredicho, un fallo tan determinante y a la vez tan cerrado puede ser leído como firmeza institucional… o como complicidad política. ¿Ganó la justicia o ganó el sistema?
🔥 Conclusión: técnica impecable, clima enrarecido
La Corte no dijo si Cristina es culpable o inocente: dijo que su defensa no supo —o no quiso— plantear un caso sólido. Pero cuando la técnica reemplaza al debate democrático, y los jueces hablan en los medios más que en sus fallos, la pregunta que queda flotando es otra:
¿Falló la Corte o falló el sistema?





